#12
30 años después
Ahora que ya he cumplido los sesenta años y estoy jubilado, una de las cosas que más me gustan es la jardinería y sentarme en el porche con nuestra pandilla de peludos, dos perros y un gato son una gran compañía para este entretenimiento de jubilados. Estaba en el proceso de replantar las flores cuando oí que la puerta de entrada se abría y hacía un chirrido característico. He tenido muchas oportunidades de arreglarlo, y supongo que me gustaba el sonido porque significaba que la casa se llenaría de invitados en poco tiempo.
-¡Hola papá! ¡Por fin hemos llegado! - gritó John, mi hijo mayor, que iba cargado con un montón de maletas.
Con cierta dificultad y disparando los huesos, conseguí levantarme de las rodillas, y toda mi familia apareció ante mis ojos. Ann y yo hemos vivido para tener cuatro hijos propios, que ahora son lo suficientemente mayores como para habernos dado también varios nietos. Era mediados de julio, por lo que se acercaba mi cumpleaños y el de mis dos nietos, y todos los años venían todos a pasar unos días con nosotros para celebrarlo juntos. Así fue también esta vez, Ann preparó una deliciosa cena, yo encendí euna fogata y nos sentamos en el jardín hasta bien entrada la noche, cuando los niños ya se habían ido a la cama. Era completamente feliz, así que en general con toda mi vida y el hecho de que en mi vejez era un hombre feliz con una gran familia. Sin embargo, seguía echando de menos a alguien, salí al frente de la casa en espera del último invitado y casualmente vi un coche detenerse frente a la casa. Mi hija menor, de tal madre, tal hija, así que siguió sus pasos y se hizo pediatra también. Con una gran sonrisa en los labios, se bajó del coche y me abrazó con fuerza.
-Ohh que bueno estar en casa papá, ¿ya están todos? - preguntó cansada, aunque muy contenta de haber llegado.
-Sí, toda la pandilla ha llegado, los niños duermen y nosotros estamos sentados en el jardín. Vamos, yo llevaré tus maletas y tú ve a saludar a todos.
Subí hasta su antigua habitación, donde aún colgaban pósters de su adolescencia y muchas fotos antiguas. Hacía mucho tiempo que no estaba aquí y sólo ahora me fijé en su colgante que colgaba sobre su escritorio, el que yo conocía tan bien, chapado en oro con muchos aros. Sonreí en voz baja y, de repente, oí gritos procedentes del jardín ,, Em ¡Emma! ¡Por fin estás aquí! Siéntate, Tommy está a punto de traerte un vaso y algo de comida, seguro que estás cansado del viaje´´. No podría ser más feliz viendo a toda mi familia, sana y sonriente. Aunque cada uno era un poco diferente y nosotros éramos muy distintos, seguíamos formando un buen equipo. Eché una última mirada al colgante de Emma y le agradecí en el alma. En todos estos años nunca la olvidé y siempre me imaginé cómo fue su vida, esperando que después de todos estos años ella también recuerde nuestra aventura con una sonrisa en la cara y donde quiera que esté tan feliz como yo.
Ahora que ya he cumplido los sesenta años y estoy jubilado, una de las cosas que más me gustan es la jardinería y sentarme en el porche con nuestra pandilla de peludos, dos perros y un gato son una gran compañía para este entretenimiento de jubilados. Estaba en el proceso de replantar las flores cuando oí que la puerta de entrada se abría y hacía un chirrido característico. He tenido muchas oportunidades de arreglarlo, y supongo que me gustaba el sonido porque significaba que la casa se llenaría de invitados en poco tiempo.
-¡Hola papá! ¡Por fin hemos llegado! - gritó John, mi hijo mayor, que iba cargado con un montón de maletas.
Con cierta dificultad y disparando los huesos, conseguí levantarme de las rodillas, y toda mi familia apareció ante mis ojos. Ann y yo hemos vivido para tener cuatro hijos propios, que ahora son lo suficientemente mayores como para habernos dado también varios nietos. Era mediados de julio, por lo que se acercaba mi cumpleaños y el de mis dos nietos, y todos los años venían todos a pasar unos días con nosotros para celebrarlo juntos. Así fue también esta vez, Ann preparó una deliciosa cena, yo encendí euna fogata y nos sentamos en el jardín hasta bien entrada la noche, cuando los niños ya se habían ido a la cama. Era completamente feliz, así que en general con toda mi vida y el hecho de que en mi vejez era un hombre feliz con una gran familia. Sin embargo, seguía echando de menos a alguien, salí al frente de la casa en espera del último invitado y casualmente vi un coche detenerse frente a la casa. Mi hija menor, de tal madre, tal hija, así que siguió sus pasos y se hizo pediatra también. Con una gran sonrisa en los labios, se bajó del coche y me abrazó con fuerza.
-Ohh que bueno estar en casa papá, ¿ya están todos? - preguntó cansada, aunque muy contenta de haber llegado.
-Sí, toda la pandilla ha llegado, los niños duermen y nosotros estamos sentados en el jardín. Vamos, yo llevaré tus maletas y tú ve a saludar a todos.
Subí hasta su antigua habitación, donde aún colgaban pósters de su adolescencia y muchas fotos antiguas. Hacía mucho tiempo que no estaba aquí y sólo ahora me fijé en su colgante que colgaba sobre su escritorio, el que yo conocía tan bien, chapado en oro con muchos aros. Sonreí en voz baja y, de repente, oí gritos procedentes del jardín ,, Em ¡Emma! ¡Por fin estás aquí! Siéntate, Tommy está a punto de traerte un vaso y algo de comida, seguro que estás cansado del viaje´´. No podría ser más feliz viendo a toda mi familia, sana y sonriente. Aunque cada uno era un poco diferente y nosotros éramos muy distintos, seguíamos formando un buen equipo. Eché una última mirada al colgante de Emma y le agradecí en el alma. En todos estos años nunca la olvidé y siempre me imaginé cómo fue su vida, esperando que después de todos estos años ella también recuerde nuestra aventura con una sonrisa en la cara y donde quiera que esté tan feliz como yo.
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