#6

 Una morena alta, delgada y mayor, con gafas de montura fina y el pelo recogido en un moño, salió de la oficina, se acercó a Ruby y a mí con cara seria y nos dijo con mucha calma:

-No tengo absolutamente ninguna razón para creer que tiene algún trastorno mental. Me doy cuenta de que su versión de los hechos, la negación de la catástrofe de Canadá y todo eso sobre su país no tiene ningún sentido, pero ella se lo cree de verdad y no muestra ningún signo de enfermedad mental. No sé qué vaís a hacer con ella, pero desgraciadamente no puedo ayudaros más. 

Nos entregó un expediente médico en el que se decía claramente que "no hay motivos para un trastorno mental". Ruby no pudo distinguir ni una sola palabra, se quedó helada, agarrando con fuerza la carpeta blanca en la mano.  Yo, en cambio, de alguna manera sentía que podía ser así, no diría que fue un choque para mí. 

-Ruby, vete a comer, me la llevaré para interrogarla más a fondo, quizá pueda sacarle algo más... Y por favor, intenta buscarla en varias bases de datos para ver si aparece con otro nombre. Ella asintió ligeramente y entró en el despacho y yo me dirigí a Emma. 

*

-Hola, tengo los resultados del psiquiatra, que probablemente no te sorprenderán, pero como resultado me veo obligado a realizar más interrogatorios. Volveremos a revisar tus cosas y escucharé tu versión de los hechos -dije con calma, a lo que Emma asintió, se levantó y se puso el jersey, siguiéndome a la sala de interrogatorios. 

Sobre la mesa, entre nosotros, coloqué la bolsa con sus cosas, que saqué una por una y esperé a que la chica me las describiera. Para ser sincero, era un trabajo aburrido, sobre todo porque me parecía que no tenía sentido y que eso no nos llevaría a nada. Al cabo de un rato saqué un colgante chapado en oro que parecía estar formado por varios aros. Por aburrimiento, hice girar el aro y, de repente, toda la sala empezó a temblar...


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